«La LEDU es cantera de líderes que no imponen, sino que inspiran»
Repasar la trayectoria y los proyectos de Nazaret González, nos hace pensar a qué hemos dedicado el tiempo. ¿De dónde saca minutos para tantas actividades y, encima, hacerlas con matrícula? Apasionada del derecho, especialmente en su dimensión internacional, complementa sus estudios de doble titulación participando en torneos de debate, en los que ha sido dos veces campeona nacional, o clasificándose como octava oradora mundial en Jessup Moot Competition. Mejor que nos cuente ella.
Te defines como apasionada del derecho, especialmente de su vertiente internacional. ¿De dónde te viene esa vocación? ¿Qué te atrae?
Lo más apasionante es que tiene un sustrato eminentemente teórico, lo cual abre la puerta a reflexiones muy profundas y, a la vez, una vertiente muy práctica, lo que permite resolver problemas del mundo real y conseguir que tu trabajo tenga un impacto positivo en el mundo. En gran medida, conocer el derecho significa conocer un poco mejor el mundo, pues no deja de ser el conjunto de reglas que las personas hemos acordado para poder convivir de forma pacífica y ordenada.
Quizá por eso me gusta tanto el derecho internacional: porque habla de esta forma que tenemos de organizarnos cuando trascienden las fronteras, porque relaciona sistemas y modelos muy variopintos y permite que tu trabajo tenga un impacto mucho más amplio y global.
Sin duda, diría que lo que más me atrae del derecho es que es un reto constante. El ordenamiento jurídico es un puzle compuesto de miles y miles de piezas que el jurista tiene que unir y relacionar. La parte más divertida de esto es, por supuesto, que se puede hacer de mil formas: hay tantas piezas como interpretaciones y aproximaciones a la realidad existen. De hecho, diría que trabajar en este campo, y especialmente hacerlo desde la perspectiva del abogado, te hace ser mucho menos dogmático porque eres más consciente de las distintas perspectivas que moldean la realidad y que son igualmente válidas y defendibles.
Ojalá hubiera tomado conciencia de lo bonito de este mundo mucho antes porque, cuando elegí la carrera, apenas sabía nada, solo podía intuirlo. Espero que se empiecen a incluir asignaturas que permitan al alumnado, especialmente al del itinerario de ciencias sociales, tener un contacto mucho más directo con esta disciplina para que no tenga que arriesgarse e ir a descubrirlo en la universidad.
¿Cómo ha sido tu aterrizaje en la realidad del derecho en bufetes como Uría Menéndez y Garrigues?
Ha supuesto poner en práctica todo lo que había aprendido hasta ahora. Además, he tenido la oportunidad de trabajar en áreas distintas, de enriquecerme, lo que me ha recordado una vez más lo amplio y diverso que es el derecho y cómo, al final, está en todas partes. En Uría Menéndez estuve haciendo prácticas en el área de Arbitraje Internacional y ahora estoy en Garrigues, haciendo prácticas en el área de Derecho Laboral.
Como becaria en un despacho, cada día es una aventura nueva, una oportunidad para aprender algo novedoso. Trabajando en estos despachos adquieres, en tiempo récord, un sinfín de competencias y habilidades. Y, además, admiras profundamente a tus compañeros de trabajo, porque sabes que todos te van a enseñar siempre algo. Trabajar en este ámbito me ha hecho tomar conciencia del privilegio que es poder dedicarte a aquello que te apasiona porque aporta valor a los demás.
La LEDU ha sido el lugar donde he confirmado definitivamente
que el debate me hace sentir siempre llena.
Además del español, hablas con un gran nivel inglés, alemán y francés. ¿Consideras que los idiomas son indispensables profesionalmente?
Sin duda, lo son cada vez más. Afortunadamente las nuevas generaciones tenemos cada vez más recursos para dominar una lengua fundamental como el inglés, sin la que yo no hubiera podido hacer muchas de las cosas que han marcado mi etapa universitaria. Al final, los idiomas son una puerta abierta a culturas distintas a la tuya y a la posibilidad de comunicarte con gente de todo el mundo. Por eso, diría que mi interés por aprender idiomas va más allá de su utilidad profesional: es más bien la necesidad y el enriquecimiento de hacerte internacional en un mundo globalizado.
Luego dicen que los españoles no somos buenos con otros idiomas. ¿Es un tópico injusto?
Es un tópico injusto si se nos atribuye de forma exclusiva, porque no somos necesariamente peores que las personas de otras nacionalidades en esto. Persiste entre nosotros un cierto y viejo complejo de inferioridad, que lleva a dar más crédito o eco al extranjero por el simple hecho de serlo. A los españoles nos cuesta sentirnos orgullosos de lo que somos y creer en el potencial que tenemos. Y no será porque no tenemos cualidades suficientes. Eso sí, esto no debería hacernos caer en el conformismo. Con todo, sería positivo que se subiera aún más el nivel y la exigencia de idiomas en la educación obligatoria porque es la mejor inversión para el futuro.
¿Y, entre esos idiomas, qué adjetivo pondrías a cada uno?
Esto es algo muy subjetivo, pero yo describiría el inglés como un idioma eficaz; el francés, como un idioma elegante; y el alemán, como un idioma metódico, pero mucho más melodioso y armónico de lo que la gente cree.
¿Has notado que tus éxitos en la LEDU, Jessup Moot Court y otras competiciones similares han sido valoradas por las empresas?
Sí, es algo que llama la atención positivamente. Al final, por la participación en estas actividades se entienden adquiridas una serie de capacidades que es más difícil trabajar por otras vías. Y es que la formación estrictamente curricular es necesaria, pero no siempre es suficiente. Está muy bien estar formado intelectualmente, pero también hace falta estar formado emocionalmente. Es muy positivo tener muchos conocimientos, pero no son nada si no tienes también competencias. Y las herramientas que te proporcionan actividades extracurriculares como la LEDU o el Jessup, en forma de nuevas habilidades o maneras de lidiar con emociones y sentimientos de todas las clases. Es algo que se valora mucho en el mundo profesional.
¿Qué destacas de tu paso por la LEDU?
Lo que más me gustó de la LEDU fue la sensación de estar participando en una competición en la que por fin se le daba al debate académico la trascendencia que merecía en España. Se le devolvía su lugar.
La primera edición en la que participé, la de 2020, fue online, pero la recuerdo con un enorme cariño. Y la de 2021 fue especial porque pude conocer presencialmente a gente que, hasta aquel momento, solo había visto a través de una pantalla. Para mí la LEDU es el más fiel exponente de todo lo se puede aprender en debate. Es una cantera de líderes, es decir, de personas que no mandan ni imponen, sino que inspiran. Es un foro que me permitió abrir mi mente con nuevas amistades, crecer enormemente y ser menos dogmática. Además, me ayudó a lidiar con todo tipo de situaciones: a trabajar con estrés inmenso, a disfrutar de una alegría infinita y también a gestionar fracasos o decepciones. El debate se parece mucho a la vida y te enseña a afrontarla en todas sus facetas.
En definitiva, la LEDU ha sido el lugar donde he confirmado definitivamente que el debate me hace sentir siempre llena, porque es infinito todo lo que me aporta. De hecho, yo empecé a ser plenamente feliz cuando descubrí el debate, que me ha traído amistades maravillosas y me ha hecho ser gran parte de la persona que soy ahora. Mi vida universitaria empezó a despegar de verdad cuando lo descubrí.
¿Cómo animarías a otros jóvenes a participar en la LEDU?
Creo que lo mejor que podemos hacer los que ya hemos pasado por la LEDU es llevarla por bandera allá donde vayamos, porque necesita difusión, necesitamos que todo el mundo la conozca, necesitamos que todos los estudiantes puedan tener la oportunidad de vivirla independientemente del lugar donde estudien. Es vital seguir impartiendo formación de debate a gente desde Primaria, para ir creando esa cultura de debate desde pequeños; y es fundamental ayudar a crear clubes de debate en las facultades. Hay que sembrar la semilla en todas partes para que termine germinando, pues las aventuras más largas siempre suelen comenzar por pequeños pasitos.
¿Qué aplicación práctica estás encontrando a todo lo aprendido en la LEDU?
La aplicación en la vida diaria es absoluta. Al final, aunque no nos demos cuenta, en nuestra vida siempre estamos persuadiendo, y la LEDU, el mundo del debate en su conjunto, te hace interiorizar unas herramientas que lo facilitan. En el mundo de la abogacía, por otra parte, es esencial: la capacidad de análisis lógico, de argumentación y de relación de ideas se vuelve vital cuando se trata de pensar en argumentos jurídicos o de oponerse a la parte contraria.
Participaste también en Jessup Moot Court, ¿cómo valoras la experiencia?
Fue la actividad académica más exigente de mi vida universitaria, pero, junto con debate, también la más bonita. Quizá las dos cosas estén relacionadas. Una aventura nueva, cuanto más reto supone, más emocionante es.
Y, sin duda, el Jessup lo era. Durante nueve meses, nos sumergimos en un caso de derecho internacional público con el cometido de representar a dos Estados ficticios ante la Corte Internacional de Justicia.
El Jessup es una competición eminentemente formativa, que tiene como objetivo principal ser un foro donde los estudiantes jóvenes entiendan lo trascendente que es preservar un orden tan frágil pero tan importante como el derecho internacional.
De hecho, el lema del Jessup resume muy bien la filosofía de la competición: «En el futuro, los líderes mundiales se mirarán de forma diferente, porque se conocieron aquí, primero, como amigos». Y es precioso ver cómo más de 2.000 estudiantes de todo el mundo, de entornos culturales y políticos diversos, trabajan con tanto empeño, durante casi un año, motivados por objetivos y pasiones comunes.
La parte humana del Jessup es esencial. Trae personas extraordinarias a tu vida, de las que todavía, y aunque se haya acabado la competición, sigo aprendiendo constantemente.
A día de hoy puedo decir, sin ninguna duda, que a mí participar en el Jessup me cambió la vida.
Sería muy duro. ¿Esperabas tan buen resultado? ¿Cómo te preparaste?
Fue un trabajo agotador, pero muy motivador. También fue un trabajo que poca gente entendía, porque la cultura de los moots aún no está lo suficientemente extendida en España. Mis compañeros de equipo y yo pusimos el Jessup como nuestra prioridad, aun teniendo serias dificultades, en ocasiones, de compatibilizarlo con nuestra carrera universitaria. Todo ello implicó que tuviéramos que hacer renuncias y sacrificios.
Nosotros éramos un equipo de cinco personas, pero afortunadamente teníamos a cuatro entrenadores que, de forma totalmente altruista y por puro amor a esta competición, estuvieron permanentemente a nuestro lado. A ellos les debemos todo: esa lección de generosidad, de solidaridad, de trabajo en equipo que he aprendido para el resto de mi vida.
La preparación fue intensa, ya que, pese a que el caso jurídico a resolver sale en septiembre, empezamos a documentarnos sobre cuestiones básicas en julio. Desde septiembre hasta enero nos dedicamos íntegramente a la fase escrita, en la que teníamos que redactar escritos de demanda y de contestación a la demanda para ambos Estados. Esto implicó realizar una investigación exhaustiva de los temas durante todas las semanas y, a medida que se acercaba la entrega, prácticamente todos los días, sin descanso. Finalmente, desde enero hasta abril, nos preparamos para exponer nuestros argumentos de forma oral. Primero, en las rondas nacionales y, posteriormente, en las rondas internacionales. Jamás dejamos de investigar, porque el Jessup consiste en no dejar de aprender.
En cuanto a los resultados, yo soy de la filosofía del Cholo Simeone, del Atlético de Madrid, que a muchos les parece solo un equipo de fútbol, pero para mí es una forma de vida. Y esa filosofía te enseña que cuando se cree y se trabaja, se puede. Que cuando trabajas a lo grande, puedes permitirte soñar a lo grande. Siempre con los pies en el suelo, pero la mirada en el infinito. Fue precioso poder llegar tan lejos, a las rondas eliminatorias, donde ningún equipo español había llegado antes.
¿Cómo fue competir en un evento tan técnico y en inglés? ¿Qué dificultades encontraste?
Fue difícil porque se siente una ligera desventaja respecto a aquellas personas nativas en inglés. Pero, al final, se convierte más en un prejuicio que en una realidad. Especialmente en las rondas internacionales, en las que los análisis jurídicos eran muy sesudos, muy finos, y se valoraba la calidad de los argumentos. No obstante, era importante dominar el inglés para que eso no afectara a la fluidez y a la claridad a la hora de exponer.
Y es cierto que, al final, el derecho internacional tiene un influjo muy claro de la cultura anglosajona, más que del sistema continental, lo que puede beneficiar a aquellos estudiantes de países que se rigen por el common law. En cualquier caso, como digo, no es determinante y, además, si algo te enseña el Jessup es a crecerte en la adversidad.
Vuestro buen resultado en el Jessup y el de otros compañeros en diferentes torneos internacionales, ¿demuestran un alto nivel de nuestros debates y los clubes universitarios?
Siempre he pensado que el potencial de España es inmenso. Somos un país que tiene unos estudiantes brillantes, motivados, con talento, con mentes muy abiertas y con ganas de hacerse oír en el mundo. Pero sigue faltando mucho apoyo institucional en este sentido. Y no hablo tanto de recursos económicos como, sobre todo, de difusión: estoy segura de que hay muchos jóvenes muy válidos y capaces que no participan en este tipo de actividades por puro desconocimiento. Es una pena. Hay que cambiar esto. Tenemos que hacer llegar este tipo de cosas a todas las universidades españolas y para eso necesitamos el respaldo de las instituciones, que crean en esto y que lo promuevan.
¿Qué tal tu experiencia como Erasmus en Bruselas?
Fue otra de las experiencias de mi vida, sin lugar a dudas. Creo que el Erasmus tiene muchas posibilidades de convertirse en un punto de inflexión en la trayectoria vital de una persona, porque supone un auténtico tratamiento de choque: implica salir de forma drástica de tu burbuja, de tu pequeño mundo, para abrir las puertas a otro diferente, con un montón de estímulos nuevos. Considero que es un acto de valentía y, durante el tiempo en que se desarrolla, un ejercicio de autogestión personal, en el que conoces mejor cómo eres ante lo desconocido y en el que te pones tus propios límites.
Además de todo eso, el Erasmus a mí me dio una lección de vida que trato de poner en práctica constantemente. Como desde el principio sabes que tu tiempo en el país de destino es limitado, procuras que cada día cuente, no malgastas ni un minuto, vives intensamente, relativizas. Le das valor al tiempo y aprendes a aprovecharlo.
Por último, el Erasmus es un privilegio porque es una ventana a la diversidad, lo que te hace tomar conciencia de que la vida es una cuestión de perspectiva. Pero diría que también te invita a descubrir lo común. Pese a que parezcamos distintos, pese a venir de partes distintas del mundo, pese a tener culturas distintas, en el fondo todas las personas buscamos lo mismo, querer, ser queridos y vivir una vida plena y feliz.
En cuanto a los resultados, yo soy de la filosofía del Cholo Simeone.
Para mí es una forma de vida.
¿Qué proyectos tienes entre manos?
Ahora mismo mi objetivo es disfrutar de mis últimos meses como estudiante universitaria todo lo que pueda, exprimiendo todas las oportunidades de una etapa que ya va tocando a su fin… Estoy trabajando en mis dos TFG, uno de derecho y otro de estudios internacionales, y lo estoy compaginando con mi participación en Factoría de Talento, un programa becado de desarrollo de talento joven que durará hasta junio y para el que fui seleccionada este año. Este programa te ofrece, entre otras muchas cosas, preparar por equipos y con asesores profesionales un proyecto con impacto real en torno a los objetivos de desarrollo sostenible. Me está haciendo muchísima ilusión llevarlo a cabo, porque tiene una parte de emprendimiento que hasta ahora no había trabajado tanto. Me gustaría decir que Factoría de Talento es una iniciativa preciosa nacida de gente con una generosidad infinita, que te da alas para crecer tanto en lo personal como en lo profesional, y te rodea de personas con mentes brillantes.
También he empezado este mes a impartir formación en oratoria y debate a alumnos de secundaria con la Asociación Trivium. Está siendo un auténtico privilegio y también todo un reto, pues es una gran responsabilidad. Asimismo, a finales de abril, si todo va bien y la situación sanitaria lo permite, viajaré con varios compañeros del Jessup Moot a la Haya para participar en otra competición internacional (Day of Crisis), en la sede de la Corte Internacional de Justicia, consistente en la simulación de una crisis internacional a resolver por equipos, algo que además viene muy al caso teniendo en cuenta todo lo que está pasando últimamente en el mundo tras la invasión de Rusia a Ucrania. Y, por último, en julio representaré a la Universidad Carlos III en el Campeonato Mundial de Debate Universitario en Español, que este año se celebra en Madrid.
Pero, sin duda, el proyecto que más me hace soñar y para el que cada vez falta menos es la oposición. A partir del curso que viene, estaré preparándome las oposiciones para acceder al cuerpo de Abogados del Estado. Me parece una profesión fascinante y quiero luchar por obtener una plaza y dedicar a eso mi carrera profesional.
¿Y dónde te ves dentro de veinte años, aparte de ser jueza de la LEDU?
No tengo ninguna ambición que no dependa de mi trabajo. En lo profesional, tengo clara mi ilusión, como decía. Y, en lo personal y social, además de formar una familia, para mí sería un placer seguir vinculada al debate y, por supuesto, a la LEDU. En cualquier caso, siempre digo que cada uno tiene su destino, y la grandeza es aceptar cada uno el nuestro. Yo lucharé siempre por el mío, aunque procurando no dejar nunca de disfrutar del camino.