Sociedades, asociaciones y clubes de debate han arrancado con fuerza el curso. Una de las más madrugadoras ha sido la Asociación de Debate Balear – ADB, que ha abierto el plazo de inscripciones de su I Torneo Nacional ADB. Esta competición, que se disputará los días 21 y 22 de octubre en el Edificio “Sa Riera” de la Universitat de les Illes Balears, será clasificatoria para la Ledu de 2023.
La pregunta que los equipos debatirán será la misma durante todos los enfrentamientos: ¿Es sostenible el actual modelo de turismo litoral? Así lo justifican desde ADB:
Desde hace décadas, España ha venido apostando por el conocido como “turismo de masas”, un modelo caracterizado por la movilización temporal de grandes grupos de personas hacia las zonas litorales de nuestro país. Y es que, por fortuna, gozamos de unas condiciones climatológicas y medioambientales sumamente atractivas para los habitantes de países donde el sol y el clima cálido brillan por su ausencia, lo que convierte España en un destino paradisíaco. Dentro de la oferta turística española, destaca preponderantemente el turismo de ‘’sol y playa’’, tipología que, desde sus inicios, ha venido opacando a otros de alternativos, como podrían ser el cultural, medioambiental o deportivo, normalmente considerados como más sostenibles por su propia naturaleza.
La pandemia de la covid-19 puso de manifiesto la dependencia actual que tenemos del turismo, ya que las limitaciones de movilidad de los turistas por motivos económicos y de salud nos situaron a la cabeza de Europa en caída económica. Además, factores como la temporalidad o la escasa distribución económica de las ganancias de este sector tampoco ayudan a mejorar su situación. Aun así, las cifras de este año están siendo esperanzadoras y nos invitan a pensar en positivo; hacia un sector que reporta una ingente cantidad de ingresos al año y que, en condiciones normales, fomenta la economía local, crea una gran cantidad de empleo…
En adición a lo anterior, no es baladí el impacto medioambiental que el turismo litoral genera en los ecosistemas costeros. Un turismo que aspire a ser sostenible debe mantener los procesos ecológicos esenciales y ayudar a conservar la biodiversidad y los recursos naturales. En los años 60, la excesiva laxitud en cuanto a las restricciones en este ámbito afectó abruptamente muchos parajes naturales, tal y como sucedió en las Islas Baleares con el fenómeno llamado “balearización”. No obstante, estos últimos años se ha intentado corregir con restricciones y requisitos medioambientales, así como, por ejemplo, con la apuesta por la sostenibilidad del país, firmando los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. Sin ecosistema no hay turismo, por lo que es imperativo cuidar el entorno natural. Sólo conservando los recursos naturales y cuidando la diversidad biológica es posible que pueda haber turismo, y su evolución debe ir de la mano con la sostenibilidad; de lo contrario deberá apostarse por otros modelos.
Por último, pero no menos importante, se encuentra el elemento sociocultural del turismo. La oportunidad de confluencia multicultural es una ventaja de la cual se puede aprender de manera recíproca entre turistas y residentes, suponiendo un elemento enriquecedor a tener en cuenta. A su misma vez, la posibilidad de gozar de toda una retahíla de infraestructuras (restauración, parques de entretenimiento u otras inversiones) no existiría de no hacerlo el turismo. Paralelamente, pero, a menudo también suelen traer ciertas consecuencias consigo que, si bien a priori no parecen ser tan importantes como las económicas o medioambientales, en su conjunto sí pueden llegar a serlo. Ejemplos de ello son la sobrepoblación en períodos estivales, el encarecimiento del precio de vida, el “es más fácil ensuciar una casa ajena”, como suele decirse popularmente, que pone de manifiesto la diligencia y el comportamiento del modelo de turista de sol y playa, que no suele destacar en demasía…
